¡¡Tremenda montaña rusa!!
Ser madre de uno o varios niños con altas capacidades es eso, una auténtica montaña rusa.
Te lo dice una madre de tres niñas diamantes.

Es un ciclo.
Es vivir entre constantes luchas.
Entre lo que siente mi corazón y aquello que dice la razón.
Entre lo que me grita mi interior y lo que opina el exterior.
Entre lo que querría decir y lo que en realidad puedo contar.
Entre lo que el mundo piensa de mi hijas y todo lo que yo veo en ellas.
Es vivir en épocas de relativa calma, donde el camino por momentos es lineal, para de pronto, subir o bajar.
Las subidas suelen ser rápidas. Al principio no tienes margen para poder disfrutar de ellas pero con el tiempo aprendes a saborear mucho más esos instantes efímeros, porque sabes que la sacudida vendrá. Es un ciclo.
Las bajadas son vertiginosas y lentas. Muy lentas. Diría que casi no llegas a divisar la luz y tu mundo se apaga, está a oscuras.
Sabes que la vuelta se inicia en algún punto, que lo que sube vuelve a bajar.
Entiendes que llegará el fin para volver a empezar, pero es tan lento que parece no llegar.

Por ellas…
Por ellas soy guerrera, soy una leona y a veces un titán… pero no infranqueable.
Me rompo en las bajadas, me hago pedazos cual polvo de estrellas. Soy humana y necesito mis propios procesos.
Con el tiempo, también aprendí que permitirme caer para resurgir es lo más valiente que puedo hacer por una misma, por mi familia y por todo esto.
¿Cómo te sientes?
Ser madre de niños con altas capacidades es sentir la incomprensión social junto con el vértigo del abismo cuando estás perdida.
Muchos dedos que apuntan a ti, pero sin manos tendidas.
Tu vida se pone delante de ti, como un espejo. Salen tus creencias más limitantes, tus miedos más profundos y desconocidos.
Hay otra lucha que no sabías, contigo.
Es difícil y retador a la par que apasionante.
Para mi, es un regalo de vida y aprendizaje.
¿Sabes? No es casual que TU seas su madre/padre… Por algo te eligieron.
Saberlo te abrirá los ojos, estate atent@ porque marcará el punto de inicio.
Un abrazo, Silvia.